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    Mensaje por Soma Hideaki Mar Nov 09, 2010 12:20 am

    Si nos pusieran todo por delante desde un principio y nos dejáramos arrastrar como cuando estamos en el mar, eso sería lo más fácil. Lo más conveniente. Pero claro, ¿Qué pasa cuando vemos que ese no es el camino queremos coger? ¿Nos resignamos? ¿O luchamos con todas nuestras fuerzas por conseguir aquello que realmente deseamos?

    Desde muy joven siempre había sido alguien que tenía las ideas muy claras, aunque en el fondo me dejase arrastrar temporalmente. ¿Acaso podía un simple niño luchar contrar una familia entera? Eso era completamente imposible, si no decir que era una verdadera locura que no tenía ni pies ni cabeza. Pero ahora, justamente en este momento que tenía vente años y estaba apunto de cumplir mi mayoría de edad, ya no podían exigirme nada. Ni siquiera vivía con su dinero por lo que no les debía nada en ese absoluto.

    Levantando mi rostro contemplé el cielo y me di cuenta de que estaba de azul celeste, como sus compañeras las nubes paseaban a su lado como si se estuvieran visitando mutuamente. Luego bajé mi barbilla mirando el papel que sostenía en mi mano y lo volví a releer, esperando encontrar una señal divina de donde se encontraba aquella calle. -Nunca entenderé a fotógrafos como el que me dijo Rui. ¿Acaso no quieren tener clientela? Bufé guardándome la pequeña nota en la chaqueta y comencé con lo más lógico que una persona cuerda haría; preguntar a alguien de esa misma calle.

    Acercándome a la primera persona que vi le pregunté: -Disculpe... ¿Podría decirme donde esta es estudio de fotografía de XXXX?. ¡Mierda! ¡¿Cómo carajo se llamaba este tio?!? En cuanto le pregunte aquella persona se me quedo mirando un poco extrañado y entonces me señalo con la mirada hacia la siguiente calle mientras me daba las ultimas indicaciones. Afortundamente sabía de quien le estaba hablando.

    -Si no me equivoco se encuentra exactamente en la calle paralela a esta, solo que tendrás que andar hacia la izquierda cuando cruces ese estrecho pasadizo. Mas o menos en unos cuantos minutos encontraras su local, solo que mira bien por que parece mas bien una casa que un estudio. Creo que tiene el estudio en el ático. Me explico la mujer de mediana edad mientras sonreía de una manera extraña. Haciéndole una educada reverencia me despedí de ella y empecé a correr a toda prisa hacia aquel estudio. ¿Por qué iba con tantas prisas? Eso era fácil de explicar, ya que eran las 7 de la tarde y a las 8 y media tenía que estar presente en el restaurante para ponerme a trabajar.

    Llegando finalmente a la entrada de aquel edificio me paré en seco, bueno mis piernas se pararon radicalmente en aquel momento que tenía que estar subiendo las escaleras. Respirando profundamente y tomandomelo con tranquilidad, moví una de mis piernas y conseguí avanzar un poco, luego hice lo mismo con la otra hasta que logré subir las dichosas escaleras hasta el mismísimo ático. Al llegar y encontrarme en frente de la puerta llamé con dos simples golpes de el dorso de mi mano y esperé a que alguien me abriera.

    Pero nadie abrió la puerta, nadie dio una sola voz para indicar que se encontraba alguien en el estudio.

    -Esto tiene que ser una broma. Rui me aseguró y perjuró que había llegado a hablar con el fotógrafo. ¿Donde demonios se ha metido?

    Lo que puedas hacer por ti mismo no dejes que lo hagan otros. Y vaya que si era cierto, pues si hubiese hablado personalmente con aquel fotógrafo no me encontraría en unas circunstancias semejantes como las que estaba viviendo en ese momento. No es que planeaba quedarme mucho rato, de hecho quería hablar con él para preparar una sesión fotográfica un día que tuviera libre. No obstante no podría ser en ese momento.

    Girándome totalmente fastidiado bajé las escaleras nuevamente y salí a la calle a continuación. Mirando mi reloj comprobé que ya había permanecido allí un cuarto de hora, ya apenas me quedaban unos minutos para decidirme y volver a coger el metro para volver.
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    Mensaje por Ashura Mar Nov 09, 2010 12:57 am

    El sol caía sobre la bahía mientras miraba al horizonte, apurando los restos de su cigarro con una profunda calada. Exhaló el humo y acto seguido saltó del banco en el que estaba sentado, tratando de templar sus nervios. Se dirigió entonces hacia la moto para regresar a casa, dejando tras de sí una colilla pisoteada con cierta rabia, esa cierta rabia que a pesar de haber descargado sobre el culpable de su estado de ánimo, se mantenía casi intacta aún en su interior.

    Se quitó las gafas de sol para ponerse el casco y aceleró, metiéndose a toda velocidad en la autopista. El atronador rugido del viento contra su cuerpo le gustaba, aplacaba su enfado y la increíble frustración que le bullía por dentro. ¡Es que había perdido el día entero, joder! Y ¿de quién era la culpa? pues de uno de sus asistentes para no variar, que había decidido por su cuenta y riesgo ser despedido después de cagarla, pero bien hasta el fondo. ¿Cómo se le había ocurrido borrar todas las fotos de la sesión recién acabada antes si quiera de que pudiera hacerle una copia de seguridad? Había sido un error había alegado su culpable ayudante, pero eso no era su problema, no se pueden cometer errores así, sin que haya consecuencias. Ya estaba de patitas en la calle.

    Ashura apretó aún con más fuerza el acelerador y racheó en zigzag entre los coches que le cortaban el paso sólo por el placer de sentir la adrenalina correrle por las venas. Y ahora tendría que repetirlo todo de nuevo, claro, y sólo el pensarlo le revolvía el estomago. Había sido una sesión grupal para una conocida marca de perfume femenino, donde el cliente le había dado total libertad de acción -pues confiaban en su criterio y buen hacer por la fama que le precedía-, previa una única premisa: que el resultado fuera sensual. Y si sensual había sido el resultado, era únicamente por un motivo, sólo uno: que él se había tirado todo el santo día explicándoles a los inéptos modelos cómo debían colocarse y modificando y remodificando constantemente la expresión de sus caras que resultaban de todo menos provocativas. Le había costado la misma vida conseguir algunas tomas decentes.

    Fue aminorando la velocidad al entrar de nuevo en zona urbana, ya de mejor humor: acababa de decidir que iba a repetir la sesión entera con otros modelos y esta vez no dejaría la elección de los modelos en manos de nadie. Desde luego, si ya lo tenía bastante claro, el día de hoy le había quedado cristalino que él tenía que encargarse de absolutamente todo como había hecho siempre. Esa maldita manía de todo el mundo a su alrededor diciéndole que debía apoyarse en una red de ayudantes cualificados a su servicio ¡ja! Se reía él de lo cualificado de la gente, maldito fuera quien inventó el concepto "delegar", deberían haberle prendido fuego antes de que esa idea hubiera calado en la sociedad. Él no se estresaba haciendo todo el trabajo y teniéndolo bajo control durante todo el proceso, se estresaba no sabiendo cómo y cuándo alguien iba a pifiarla.

    Por fin estaba llegando. El día de hoy había sido agotador, y había llegado a su límite; se sentía cansado, casi extenuado. Nada más llegase a casa se echaría un sueñecito, ya que esa noche había sido convocado a la inauguración de una nueva galería de arte en la ciudad y no podía faltar al evento. Y de repente, metió un frenazo en el intento de no atropellar a alguien que se había metido de lleno en la trayectoria de su moto. ¡Esto ya era demasiado!

    -¿Pero que cojones haces? -exclamó sofocado al tiempo que se bajaba de la moto y se desprendía del casco para poder despachar a gusto al inconsciente niñato que había estado a punto de convertirse en puré debajo de sus ruedas. Para su fortuna no iba a toda velocidad como era su costumbre y los reflejos le respondían de manera excepcional.

    -¡¿En que coño ibas pensando, eh?! ¡Debería haberte pasado por encima para que aprendieras la lección!- sentenció, ya a escasos pasos del objeto de su furia, con una voz que no admitía replica y la mirada clavada en él desafiantemente.


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    Mensaje por Soma Hideaki Mar Nov 09, 2010 1:02 am

    Todos los días, a cada hora hay en el mundo muchos accidentes. Los cuales la mayoría podrían ser predecible mucho antes de que suceda, sin embargo no echamos la suficiente cuenta para que puedan ser evitados...

    Es mismo día, en ese preciso momento donde había decidido desistir en llamar con persistencia a aquella puerta y había pensando en volverme nuevamente a la estación del metro, algo inesperado Sucedió. Un fuerte ruido de unas ruedas parándose en el asfalto lograron que mirase intintivamente e inmediatamente hacia esa dirección mientras mi propio cuerpo, este parado y con una pierna levantada y un brazo cubriéndome el pecho como parte de la cara, reaccionara en modo de defensa. Solo que el golpe que recibiría me haría bastante daño.

    Colocando mi pie en el suelo lo vi apartarse el casco, comenzando a gritarme mientras se bajaba de la moto. ¡¿Pero bueno, que se creía esté imbécil?! Lo primero del todo es que no iba por la carretera, estaba andando por la acera por lo que no tendría que gritarme de ese modo.-¡El que debería mirar por donde vas eres tú y deja de gritar a la gente!

    ¡Pero bueno, esto es el colmo!.
    Grité furioso plantándole cara, por que fuera mucho más alto y pesara considerablemente más, no pensaba achantarme. ¡Por encima de mi cadáver! Si no lo había echo en ningún momento con mi familia, ni tampoco me había dejado dominar por mi padre para que cogiera el negocio familiar, desde luego no lo iba a hacer con un idiota como aquel.

    Pasando por su lado lo rebase a él y a su moto, pues todo lo que me dijera a continuación no me interesaría. Además... ¡Ahora si que iba a llegar tarde! Por lo qué comencé a correr a toda velocidad hacia el tren, en pocos minutos tendría que estar presente en el alcen para cogerlo y así volver a la zona este. A cada paso que daba mis pulmones pedían oxigeno, protestaban para que me parase y descansase un poco. Pero no podía permitírmelo, no al menos hasta que llegase a la entrada de la estación, bajase las escaleras -muy posiblemente de dos en dos los escalones- y me encontrase de frente al alcen. Mientras iba corriendo escuché varios claxon de varios coches y me paré inmediatamente, girándome hacia ellos para ver que demonios pasaba.

    Entonces uno de los conductores me gritó a todo pulmón.-¡Corre por la acera, gilipollas!. Al darme cuenta de ese hecho tan particular baje mi barbilla con lentitud hacia el suelo y comprobé, aunque algo tarde, que estaba corriendo por en medio de la calle. ¡Ostias, es verdad! Después de encontrarme en el limbo durante unos segundos salté hacia la acera e inicié la carrera nuevamente hacia la estación de trenes, aunque esta vez por donde debía ir. El trayecto hasta la estación fue corto, a los pocos minutos me encontraba frente a las puertas del gran edificio.

    Normalmente no me solía fijar demasiados en los edificios, no obstante, me era imposible no percatarme de la clásica arquitectura de el principio del siglo XX. Cómo a pesar de los años que tuviera y lo simple que fuera, seguía siendo perfecto. Con sus grandes ventanales, dándole una conforme luz al lugar en las hora que permanecía el sol suspendido en el cielo. Su suelo de mármol seguía igual de reluciente como el primer día que había venido a Nueva York, que hará ya exactamente unos dos años desde ese entonces. ¿Por qué estoy diciendo esto? Pues así de fácil, pues al haber venido después de tanto tiempo a esta estación me había dado cuenta de que no había cambiado. Todo seguía exactamente igual.

    Spoiler:

    Encontrándome de frente con una oleada de gente que venían en mi dirección, me pegué a uno de los laterales, donde apenas se encontraba nadie. Los que veía a los lados de las paredes estaban esperando futuros trenes o mas bien para recoger a alguien que viniera de las cercanías. Iniciando la marcha nuevamente baje las escalera a toda velocidad -claro, esta vez no iba a bajarlas de dos en dos, o de tres en tres los escalones,no fuera a ser que me llevase a alguien por delante- hasta que entre en el alcen y me vi algo que realmente no me hubiese esperado. El contemplar como el tren cerraba sus puertas delante de mis narices y comenzaba su marcha hasta perderse en la oscuridad, junto al chirriante sonido de las ruedas sobre el raíl, hizo que mi boca se quedase ligeramente abierta.

    -¡Aaaaaaaah! ¡NOOoooooo! ¡Espera! ¡Espera, espera joder! Grité emprendiendo una carrera por el alcen hasta que los pilares de los túneles y una cadena que ponía “PROHIBIDO PASAR” me lo impedía.-¡Oh! El trabajo... ¡¿Eh?! ¡¡¿EL TRABAJO?!! En cuanto me di cuenta de que me encontraba en un verdadero problema cogí el móvil, comenzando a marcar el primer numero que sabía que me salvaría la vida. Tan solo tenía un ligero problema, que me cogiera el teléfono la persona que esperaba. Él era único me lograría sacarme de todo este embrollo.

    Las primeras llamadas sonaron, sacándome de quicio al no saber que iba a pasar y si mi trabajo se encontraba en la cuerda floja. A la cuarta llamada alguien descolgó y luego dijó:-¿Hide?

    -Suhichiro, tienes que hacerme un enorme favor... ¡Por favor! Los siguientes segundos que pasaron me hicieron pensar que a lo mejor no tendría suerte, ya que su propio silencio me estaba indicando que no andaba de buen humor. De pronto dijo:-Anda dime Hideaki... ¿Qué favor quieres que te haga?.

    -¿Podrías hacerme el turno hoy? ¡Si, sé que hoy no te tocaba! Pero... es que acabé perdiendo el tren. Si cojo el siguiente no lograré llegar... Nuevamente el silencio se hizo en la linea, dejándome bastante claro que no era el momento ni el lugar. Sin embargo, lo que sucedió a continuación me dejo helado.-Solo una sola condición y escucha bien, por que no lo repetiré dos veces. En el momento que necesite algo, escuchame bien, cualquier cosa lo harás. ¿Me has escuchado Hide?. Sentencio la voz de Suhuchiro con una voz dura, haciendo imaginarme lo peor que podría sucederme debido a ese favor. Afortunadamente Suhichiro sabía de que iba este tema por lo que no me pregunto más, tan solo hizo nuevamente otro silencio a la espera de mi codiciada respuesta.

    -¡Lo que quieras! ¡Tan solo dime que lo harás! ¡Te lo ruego! Si no rogué poco me falto. Escuchando su afirmación le colgué el teléfono luego de haberme despedido de él. Un gran alivio me invadió junto a un suspiro, al saber que no tendría ninguna clase de problema al día siguiente por no haberme presentado hoy al trabajo. Guardando el celular en el bolsillo de mi chaqueta me quedé pensativo, mirando los siguientes trenes que vendrían seguidamente.

    Aunque... ya que me encontraba en esta zona y no había logrado coger el tren... ¿Por qué no volver a probar suerte a ver si había llegado? A lo mejor en este tiempo que había vuelto a la estación, que había visto como se iba el tren en mis propias narices, podría existir una diminutaposibilidad de que hubiese vuelto a su estudio. Moviendo mi rostro varias veces lo medité, intenté ver el lado positivo a este maldito problema que casi me deja sin mi trabajo. ¡Hide! ¡Deja de pensarlo tantas veces y decídete de una maldita vez!

    Inesperadamente mi cuerpo empezó a correr, esquivando a su paso a las personas que tenían la mala suerte de encontrarse en mi trayectoria. Saliendo del enorme edificio giré a la izquierda y seguí todo resto, cruzando varias calles hasta que me encontré otra vez con la avenida que me interesaba. Aminoré el paso, pero siguiendo la idea que tenía en mente. ¿Y cual era? Sinceramente no lo sabía, no tenía muy en claro que era lo que iba a hacer si realmente no se encontraba allí.

    Ya en frente del portal donde supuestamente era donde tenía el fotógrafo su estudio, me di cuenta de que también estaba la moto del tipo aquel tan desagradable. ¡¿Acaso esto era una broma?! Alejando aquellos malos pensamientos de mi mente empecé a moverme, subiendo las escaleras de dos en dos los peldaños para poder así llegar antes. En cuanto llegué a la entrada volví a llamar a la puerta, solo que en este caso no fueron unos suaves golpes como había hecho en la ocasión anterior.

    -¡¿Hay alguien dentro?! Por favor que sea así... Vociferé a la espera de que alguien se encontrara dentro y me oyera, con la mínima esperanza de que no tuviera que hacer este camino nuevamente para lo mismo otra vez.
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    Mensaje por Ashura Mar Nov 09, 2010 1:39 am

    Alucinante, simplemente alucinante; lo que acababa de presenciar le había dejado sin palabras, si es que eso era posible. Aquel criajo le había vacilado en toda su cara y él lo había permitido: mirarle con cara de estupefacción era lo único que había tenido tiempo de hacer antes de que el chiquillo de apenas 16, quizás 17 años saliera corriendo todavía por medio de la carretera como un lunático. No podía permitir que los insultos sin pies ni cabeza de un pobre tarado le afectaran en lo más mínimo, pero en el fondo, en el fondo, aunque quería controlarlo, lo cierto era que no le gustaba nada que le gritaran. En el fondo, le jodía que aquel niñato hubiera escapado de su radio de alcance antes de poder ser él el que pusiera un punto y final a aquel tan desafortunado como surrealista encontronazo.

    Cuando se dio cuenta de que el incidente había acaparado la atención de algunos transeúntes e, incluso conductores que le miraban abiertamente a través de las ventanillas de sus coches, se sintió estúpido y esa sensación le gustó aún menos. Mucho menos. Ignoró todas aquellas miradas curiosas, no antes de soltarles un a toda su panda “admiradores” un desafiante: -¡¿Se puede saber que cojones estáis mirando?! -para acto seguido darse la vuelta y montarse en su moto de nuevo; entonces recorrió las dos calles que faltaban para llegar a su casa bajo la ya noche cerrada que había caído sobre la ciudad en su camino de vuelta desde el puerto.

    Hacía calor, pero no sabía si era porque estaban en mayo o porque el repentino incidente del que acababa de ser co-protagonista lo había acalorado, así que nada más bajar de la moto se deshizo de la chupa de cuero negro que llevaba puesta. Anduvo el pequeño tramo de acera entre el provisional aparcamiento de su moto -no tenía ni puñeteras ganas de bajarla al garaje en ese momento- y de adentró en el portal de su edificio; pulsó el botón del ascensor que tardó lo suyo en bajar, encrispándole aún más los nervios al aparentemente calmado Ashura.

    Cuando finalmente giró las llaves y entró en su apartamento, encendió la luz y atravesó el estrecho corredor que separaba su inmenso estudio, entrando a la derecha, de la parte que realmente era su vivienda al fondo a la izquierda. Le gustaba que ambos aspectos quedarán bien delimitados, trabajo y vida privada juntas, pero no revueltas. Arrastró los pies sin prisa mientras prendía otro cigarrillo, se lo pedía el cuerpo más que nada en el mundo en esos momentos. El final del pasillo desembocaba en una nueva estancia que por simple contraste o por que de verdad lo era, parecía bastante amplia. Tiró volando por los aires y con cierta brusquedad la chaqueta que hasta entonces había cargado al hombro contra uno de los caros sillones de, también, cuero negro y se acomodó él mismo en el gigante sofá a juego que había al lado coronando la sala de estar.

    Iluminado sólo por la tenue luz de una lampara halógena y buscando de tanto en cuando el cenicero que yacía sobre la ovalada, mesa baja de cristal que tenía enfrente se dedicó a vagar por sus pensamientos libremente durante el tiempo que duró el pitillo. Al apagarlo contra la loza burdeos del cenicero, exclamó: -¡Al infierno! Y de un bote se quitó los zapatos y se recostó, dejándose engullir por los dos mullidos cojines verde esmeralda que completaban el sofá. Estaba demasiado cansado para arrastrarse a la cama y no le merecía la pena, debía levantarse en menos de una hora para prepararse para asistir a esa inauguración, preludio de una noche de fiesta y desfasé, lo necesitaba hoy más que nunca. Una cabezada rápida, reparadora y estaría de nuevo en marcha, fresco como una rosa; pero por más que intentó conciliar el sueño, por más exhausto que se sintiera, no lo consiguió.

    Aunque llevará todo el rato intentado evitarlo con todas sus fuerzas, no podía reprimirlo más: el insensato muchacho y toda esa escena le removían por dentro, hacían que le hirviera la sangre. Desde luego, lo que estaba claro es que ese niño debía buscar ayuda psicológica sí o sí, aunque para lo que le serviría... De la nada notó como se le comprimía el pecho y no entendiendo el porqué, decidió ignorarlo hasta que se le pasara, pero después de revolverse mil quinientas veces a todo lo largo del sofá sin ser capaz de encontrar una postura cómoda y acabar empapado en un sudor frío y pegajoso, desistió de su empeño: estaba de mala leche, ya era oficial. Intentar ocultar esa obviedad era absurdo, ni le había servido ni le servía de nada mentirse sí mismo.

    Se incorporó con lentitud, y respiró profundamente, enojado, mas sin saber bien si consigo mismo, con la situación, con el niñato o con todas a la vez. Chasqueó la lengua asqueado y se levantó de mala gana. Quitándose la camiseta sudada se encaminó al cuarto de baño para darse una buena ducha, que falta le hacía. Tendría que ir a la inauguración de la galería con ese mal cuerpo, aunque esperaba que se le pasase con la compañía de alguna preciosa señorita que se agenciara esa noche, pero ese plan no parecía pintar bien tampoco... ¿la razón? Que camino de la ducha se topó con el espejo del cuarto de baño que le devolvió el reflejo de su rostro demacrado, con unas curiosas y oscuras ojeras bastante marcadas, pero también le devolvió con nitidez la imagen de su ceño intensamente fruncido. “Hmm... Quizá deba bajar mis estándares de calidad por esta noche y buscarme una goticucha, total lo mismo da, que da lo mismo, el fin es el mismo” pensó malévolo mientras se bajaba los pantalones. Y en ello se encontraba cuando sucedió algo inesperado.

    Unos golpes. Alguien llamaba a la puerta, pero no como una persona civilizada, no; no eran suaves “Tocs, tocs, tocs” eran golpezatos a todo trapo más bien procedentes de un cromañón.

    -¡Y ahora qué! -dijo para sí subiéndose instantáneamente otra vez los pantalones mientras ya andaba a grandes y pesadas zancadas por el estrecho pasillo, arremetiendo, casi embistiendo hacia la puerta como un toro bravo, la furia irradiándose por cada poro de su piel ¿Quién coño venía a incordiarle ahora? Fuese quien fuese iba a arrepentirte de haberle molestado en este justo momento. Y entonces otro pensamiento que le hizo enfurecer aún más: como sea de nuevo la señora presidenta de la comunidad del edificio, juro por lo más sagrado que la mataré con mis propias manos y me quedaré tan pancho.

    Ahora que estaba cerca, se oían también gritos. Era una voz de hombre que preguntaba si había alguien en casa. ¡Oh, claro que lo había! Pero no quedaba ahí la cosa, la desesperación que se palpaba en la voz le desconcertaba ¿Por qué era tan importante que hubiera alguien o no? ... ¿Qué coño estaba pasando? No entendía nada.

    Y menos entendió cuando abrió la puerta. El shock fue tan fuerte que se quedó petrificado en el umbral, sin ser capaz de reaccionar.

    -¡¡TÚ!! -fue lo único capaz de farfullar, la cólera latente en ambos: su voz y su mirada que parecía querer fulminarle-.¡Eres tú, el zumbado de antes! ¡¿Qué coño haces aquí?! ¡¿Me estás persiguiendo o qué?!
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    Mensaje por Soma Hideaki Mar Nov 09, 2010 1:42 am

    Desde que nacemos tenemos como un sexto sentido. ¿Y por qué lo digo? Es algo fácil de explicar y ahora voy a resolverlo con una simple lógica. Cuando sufrimos una situación chocante -bien cuando somos pequeños o ya mayores- normalmente nos evadimos y pasamos al Shock emocional inmediatamente, de ese modo nos protegemos al no saber si realmente seremos capaces de afrontar la cruda realidad.

    Lo que presencié a continuación no sé si fue realidad o ficción y si no lo era desde luego se estaba acercando a ésta ultima considerablemente. Los siguientes minutos que vinieron después de que la codiciada puerta se abriera pasaron muy lentos. Tanto que me pareció por un instante que el tiempo se había parado. De pronto mis ojos se abrieron y noté, aunque no considerablemente, como mi cara cambiaba a un tono grisáceo al mismo tiempo que mi boca se abría ligeramente dejando ver una expresión de total desacuerdo y sorpresa, mientras alzaba uno de mis brazos hacia él y le señalaba con el dedo indice. Pero bueno... ¿Era esto una clase de broma pesada o qué?

    -¡Eso debería decirlo yo y no tú! ¡¿Qué haces tú aquí?!. Dando varios pasos hacia atrás levanté mi rostro y dirigí mis ojos a la pequeña placa que estaba colocada en la pared y que indicaba el numero del departamento. ¿Acaso me había equivocado de puerta? No podía ser. Sacando el pequeño papel donde tenía anotada la dirección de aquel fotógrafo comprobé que era la misma y que no me había equivocado en ningún momento de puerta. ¡¿Entonces?! ¿Qué coño hacia este tipo ahí? ¿Por qué? De pronto se me vino una idea a la cabeza que podría ser que tuviera algo de lógica, que fueran amigos el fotógrafo que andaba buscando y ese hombre, aunque sinceramente lo veía poco probable. Pero nunca se sabe con quien se puede juntar la gente.

    Volviendo a mirar hacia la puerta mis ojos se encontraron con la mirada marrón de aquel tipejo y luego le pregunté:-¿El dueño de este piso se encuentra dentro?. Claramente que estaba, por que no creo que fueran a dejar a cualquiera entrar en su piso por que si. A excepción de un amigo o compañero de piso. ¿Vivía entonces el fotógrafo con este hombre? Según lo que entendí por parte de Rui era que ese artista era algo peculiar, porque no dejaba que cualquiera entrara en su vida. Entonces eso quería decir que... ¿Era especial? Alejando aquellos pensamientos de mi mente con un movimiento de cabeza volví a preguntarle.

    -Querría hablar con él. ¿Te quitas de en medio?. En otra clase de circunstancia me hubiese portado bien, le habría preguntado adecuadamente y de un modo educado por el dueño de ese piso o si me había equivocado. Eso era lo que hubiera hecho. Pero éste no era el caso y mucho menos con alguien que se ponía a gritar por las buenas. Vale, por las buenas del todo no, pero podría haber sido un poco menos desagradable.

    Los siguientes segundos que trascurrieron me dieron una idea: que seguramente por propio capricho ese desconocido no me dejaría verle y, de ese modo, se vengaría.

    ¡Eso no podía ser! Por nada de este mundo me iba a marchar de aquí sin verlo y que aceptara mi petición. Tenía que conseguir una sesión fotográfica con él cueste como cueste y desde luego ¡Él no me lo iba a impedir! No después de haberme hecho este largo camino hasta aquí y encima que Suhishiro me hubiera chantajeado de esa forma. Al menos que el haya venido hasta aquí sirviera de algo. Y no me fuera al final con las manos vacías. Eso era lo que pretendía, lo que quería hacer. Sin embargo, el cuerpo inmóvil de ese hombre me lo impedía. Nos encontrábamos yo, el cuerpo de este sujeto y la puerta, que ahora se encontraba abierta afortunadamente.

    Aunque arremeta hacia él y lo empuje, dudo mucho que lo lograra mover de ahí. Es como un mulo. Ese era un pensamiento certero a simple vista, cualquiera en su sano juicio sería lo que pensaría al ver el toro bravo que se encontraba quieto en la puerta. Además su propia mirada indicaba claramente un total desagrado al verme -algo que creo que sentíamos ambos- y quisiera separarme la cabeza del cuerpo.

    -Quiero hablar con el dueño de este piso y necesito hacerlo ahora. Así que quitate de en medio. Te lo advierto. Le aconsejé con un tono de voz que no dejaba en ningún instante ninguna clase de duda a mi iniciativa. Tenía en mente entrar en ese departamento como fuera y me llevaría por delante a quien fuese.

    "El que avisa no es traidor, por lo tanto lo que pueda suceder luego ya no cuenta como una traición."
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    Mensaje por Ashura Mar Nov 09, 2010 1:49 am

    No perdiendo una oportunidad. (Privado) MinWoo064M3Explore18





    La tensión se palpaba en el ambiente del rellano, se podría cortar incluso con una cuchara; estaba a punto de estallar sin remedio alguno.

    Desfachatez tras desfachatez, ese niñato era un cúmulo de insensatez, incoherencia y mala educación a partes iguales. Y lo peor de todo es que no parecía muy listo ¡qué cojones! Era un completo imbécil ¿por qué seguía vacilándole si a simple vista se veía que con un soplido podía tumbarle sin esfuerzo alguno? El niño este de qué coño iba, qué carajo se creía que estaba haciendo. Se le estaba haciendo el chulo, pero no sabía que aquí pa chulo, chulo; su pirulo.


    -El dueño de este piso ¿se encuentra dentro? Querría hablar con él. ¿Te quitas de en medio? Quiero hablar con el dueño de este piso y necesito hacerlo ahora, así que quítate de en medio. Te lo advierto – La explosión de la más que fraguada y anunciada tormenta interior de Ashura ya no se hizo esperar más: había llegado a su límite. Mientras se agachaba sólo un poco, lo justo para ponerse a la altura de los ojos de aquel impertinente mocoso y perforarlos con lo cortante de su mirada iracunda, pasó al contrataque: -¿Que tú me adviertes qué? -la voz le salió ronca, pero suavona, del tipo que a uno se le escapa cuando se sabe la persona que tiene la sartén por el mango- Yo si que te advierto de que vigiles tu lengua delante de tus mayores, maldito niñato sin modales ni respeto ¡ya te enseñaré yo! Soltó a punto de cogerle por el cuello de la camisa, pero en el camino el eco de otras palabras que le habían pasado desapercibidas anteriormente por la crispante actitud del crío, resonaron en su mente:

    -¡Qué quieres ver al dueño del piso, dices! ¡Se puede saber para qué! Un momento, no será que... quieres... que te haga unas fotos -no podía ser esa idea que se le estaba pasando por la cabeza, pero a fin de cuentas no sería la primera vez que le pasara, ya se habían presentado antes chicos y chicas ante su puerta buscando que sus fotos los lanzaran al estrellato del glamuroso mundo de la moda. Un segundo después tuvo la certeza de que había dado en el blanco con su conjetura al ver como los ojos del muchacho se abrían de par en par y la mandíbula le fallaba, dejándole la boca abierta en forma de O, lo que le hacía parecer aún más lelo.

    Acto seguido, le cogió con fuerza por una de las muñecas y le arrastró dentro del apartamento. Un portazo se escuchó tras ellos por la patada que Ashura propinó a la puerta en su camino al estudio que no estaba nada lejos de la entrada en realidad, sino justo todo lo contrario, justo al lado de la puerta de entrada a la derecha. Así que no tuvo necesidad de arrastrar al chico mucho más rato. Al llegar le tiró sobre un puf de terciopelo negro que aún quedaba del atrezzo de la sesión fotográfica de ese mismo día. Se dio la vuelta y encendió uno de los focos que dirigió directamente a la cara del muchacho. Sin pararse a pensar ni un segundo, actuó de acuerdo con el plan que su maquiavelica mente había trazado en cuestión de instantes allá aún en la puerta. Le había venido a la cabeza como un reguero de pólvora cuya mecha ya estaba prendida, lo cual significaba que no había vuelta atrás. Iba a vengarse de todas, todas; esa estratagema le iba a permitir quedarse la mar de satisfecho. Cogió una de sus cámaras de encima de la mesa de trabajo y mientras presionaba el botón de ON, sonrió malevolicamente, más bien para sí mismo. Iba a disfrutar de lo lindo.

    -Así que quieres ver al dueño de la casa ¿no? Al fotógrafo ¿verdad? - tras una pausa dramática para crear aún más tensión en el chico, prosiguió-¡Oh, que suerte la tuya, si soy yo! -sentenció sarcásticamente al tiempo que disparaba la primera de las muchas tomas que capturaron en los siguientes minutos el rostro del muchacho una y otra vez mientras Ashura seguía enzarzado en su particular cruzada, hilando palabras que resultaban peligrosas por dos motivos: por el tono desafiante y autoritario de su voz y por, más importante aún, el hiriente significado que escondían-. ¿Y esa cara? ¡Si esto es lo que querías! Sonríe hombre, lo has conseguido. Aquí me tienes, un fotográfo reconocido mundialmente haciéndote una sesión privada fuera de horas de trabajo; deberías estar más contento -comentó enfadado mientras se acercaba lo justo para posar sus dedos en las comisuras de sus labios y obligarlas a curvarse hacia arriba en una sonrisa forzada horripilante-. Venga, hombre, no te estás esforzando. ¿Y tú pretendes ser modelo? Los modelos deben sacrificarse mucho, ¿estás tú dispuesto a eso? -fingió esperar una respuesta por su parte, pero en realidad esa pausa estaba destinada a su propio disfrute personal de la situación-. Ya veo que no, y eso se refleja en las fotos. Una buena actitud es esencial ¿dónde esta la tuya? Me estás haciendo perder el tiempo. ¡Mira qué mierda de fotos! -le espetó a la cara haciendo especial énfasis en lo de “mierda”-. ¿Es que no sabes hacerlo mejor? Pero para que pregunto, si sé de sobras que no puedes. Siento decirte, tierno angelito, que por mucho que te esfuerzes la cámara te odia, y de esto sé un rato y cuando alguien tiene madera te aseguro que no se me escapa, y tú, ¡¿no la tienes! ¡no la tienes!! ¿me has oído bien? -susurró deliberadamente justo en su oreja, zarandeándole un poco por el brazo para conseguir el golpe de efecto que deseaba-. Ahí tienes la opinión de un profesional que es lo que querías ¿no? Así que lárgate por donde has venido y no vuelvas. No quiero ver tu fea cara nunca más en mi vida. Y yo que tú, echaría cuenta de mi advertencia, porque yo sólo advierto una vez y esta ha sido la manera “cordial”, no creo que quieras probar en tus carnes la cruel.


    Ashura se encontraba eufórico regocijándose en su aplastante victoria. Se sentía totalmente desahogado y la sensación le gustaba muy mucho. Adiós frustración, ciao. No sólo se sentía desahogado -la frustración y la mala hostia se habían evaporado-, sino también orgulloso, después de semejante castigo ejemplar. Ya sabía de sobras que no era su labor ni mucho menos -afortunadamente no era el padre de ese crio-, pero si de paso le había enseñado algo de respeto, pues mejor. Había hecho su buena acción del día, sin pretenderlo y como no solía hacerlas, esa noche dormiría a pierna suelta, satisfecho de su labor humanitaria.
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    Mensaje por Soma Hideaki Mar Nov 09, 2010 1:57 am

    Una simple “promesa” puede llegar a cambiarnos la vida casi sin darnos cuenta. Como del mismo modo pueden destruir nuestros sueños con unas simples palabras. Sin embargo, cuando le ponemos todo el empeño en ello somos capaces de seguir adelante cueste lo que cueste.

    Los siguientes acontecimientos que siguieron sinceramente no me lo esperé lo más mínimo, como tampoco la reacción de aquel hombre. En cuento agacho ligeramente su cuerpo y se me quedo mirando fijamente, supe inmediatamente que algo iba mal. Sus propias palabras me lo estaban advirtiendo con aquel tono mordaz y a la vez encrespado.

    Rápidamente dio en el clavo, aquello que estaba buscando desde un principio y tan desesperadamente, parecía que aquel tipo lo había entendido por fin. Solo que mi propósito era un tanto diferente al de los demás chicos o chicas que seguramente habrían ido a llamar a esa puerta. Desde un principio no estaba buscando ser famoso y mucho menos el gramur que los rodeaba, por que de ser así me hubiese quedado en la empresa de mi familia. En mi caso era diferente, lo que me empujaba a querer conseguir aquellas fotos y entrar en aquel ático era por un caso bastante diferente al que se pudiera imaginar cualquier persona que perteneciera a aquel mundillo.

    Un fuerte tirón hizo que entrara en el departamento de golpe, pues una de las manos de aquel hombre me había cogido por la muñeca y me la tenia presionada de tal manera que no logré soltarme. Sin entender absolutamente nada me tiro en una especie de cojín grande que se encontraba en el suelo tirado y se giró, cogiendo a continuación una de las cámaras que se encontraba depositadas en una de las mesas.

    ¿Qué si quería ver al fotógrafo? ¿No era obvio? ¡¿Qué demonios estaba pasando?!

    -¡¿¿QUË??!. Aquellas palabras me dejaron fuera de juego los siguientes minutos que transcurrieron, tanto que no supe como reaccionar mientras escuchaba sus crueles comentarios. Era tanto el “Shock” que se reflejaba en mi cara que me quedé embobado mirando como disparaba los flashes de la cámara delante de mis ojos. Cuando de pronto noté como se acercaba y colocaba sus dedos en la comisura de mis labios obligándome a sonreír; Solo que no era para nada una sonrisa natural. Apartándole las manos de mi boca con un manotazo lo miré furioso, aunque nada comparado a lo que se iba a avecinar después.

    ¡oh, si! Pronto me vengaría a gusto.

    Apretando los dientes lo fulmine con la mirada, mientras sentía como me zarandeaba en su propio disfrute persona e iba creciendo dentro de mi una furia descontrolada que por nada de este mundo se iba a apaciguar. Si realmente pensaba que iba a intimidarme ¡estaba totalmente equivocado! podría dar esa impresión pero para hacerlo tendría que esforzarse muchísimo más. Por nada de este mundo planeaba desistir tan fácilmente como se pensaba, pues para hacer algo semejante tendría que darme en mi punto débil. Y cómo no lo sabía, no podría aprovecharse de ello.

    Levantándome de golpe del puf lo encaré, clavando mi mirada en aquella que me estaba taladrando. Claro, si hubiese podido haberlo hecho. Cuando inesperadamente y sin previo aviso encogí mi brazo y luego lo estiré, logrando así aceptarle en toda la cara un puñetazo con todas mis fuerzas.

    ¡¿Quién demonios se creía que era por muy famoso que fuera?!

    -¡¿Quién demonios te crees que eres?! Grité irritado, notando como mi cara ardía fruto de la frustración e ira que se seguía acumulando en mi interior como si fuera un volcán a apunto de eclosionar. Si, me había despachado a gusto con aquel golpe y no lo voy a negar, pero el que hubiese dicho todas aquellas palabras sin una pizca de humanidad hizo que enrabiara aun más.-¡Entiendes absolutamente nada, imbécil! ¡Si fuera por mi ni siquiera estaría aquí!.

    Pero me tengo que joder...
    Me tengo que joder y a base de bien, todo por culpa de una promesa que hice una vez a Reiko. ¿En que demonios estaba pensando? ¡¿Por qué me meto en estos problemas yo sólito?! Cualquier otro fotógrafo me valdría y no tendría que soportar todo esto, hasta el punto de sentirme humillado y ultrajado. -Si, lo que tu digas... bla, bla, bla...

    -Todo lo que me haz dicho me viene al fresco, de hecho sé perfectamente que la cámara no me odia como dices.
    De repente me quedé callado, a la espera de que volviera a decirme alguno de aquellos comentarios que casi me habían derribado o incluso a insultarme. No obstante, no le di la oportunidad de hablar. Antes de que pudiera reaccionar y me mandara directamente a la calle o al mismísimo demonio -cono me había hecho entender- clavé una rodilla en el suelo y luego la otra, postrándome de ese modo en forma de suplica.

    -¡Te lo ruego! ¡Necesito como sea que me saques estas fotos! ¡¡Haré lo que sea necesario!! Grité con todas mis fuerzas, notando como mis cuerdas vocales se desgarraban en ese desesperado llamamiento que seguramente no tendría una respuesta afirmativa.

    Adiós al todo el orgullo que me pudiera quedar después de que me pisoteara, adiós a toda la hombría que tuviera en ese momento, adiós a todas mis creencias.

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    Mensaje por Ashura Mar Nov 09, 2010 2:45 am

    La satisfacción le duró poco a Ashura, el tiempo de que le plantaran un puño en la cara para ser exactos. Un sudor frío le cubrió la espalda nada más sentir como aquel bravío, pero estúpido hombrecito canalizaba su ira de la peor manera posible hacia su persona. Ese puñetazo, aunque no demasiado fuerte, había sido muy certero, aparte de que el condenado tenía los nudillos endiabladamente huesudos. Sí, le había dolido; tenía que reconocerlo, a fin de cuentas no dejaba de ser humano, pero eso no era lo importante, lo que más dolido estaba era su ego, lo que más herido tenía era el orgullo. Se llevó la mano al mentón como un acto reflejo para calmar la zona afectada.

    Adelantó un paso hacia el muchacho, expeliendo un aura más que peligrosa, no sabía aún que iba a hacer, no podía pensar con claridad, porque la rabia le cegaba, lo único que tenía seguro era que aquella humillación no iba a quedar impune.

    -Pegarme no ha sido una buena idea... -bramó con voz de ultratumba.

    Aquel imbécil le había echado muchos cojones al desafiarle de aquella manera, pero no sabía ni remotamente lo que acababa de provocar con sus airadas contestaciones y lo agresivo de su comportamiento. Al fin y al cabo, la violencia siempre genera más violencia.

    O, al menos, casi siempre... porque antes de que hubiera llegado a una conclusión de como iba a torturarle fisicamente, ese loco -como siempre desde que había tenido la terrible desgracia de cruzarselo hacía menos de una hora- tenía otro as bajo la manga que una vez más le dejo perplejo.

    Cayó de rodillas al suelo.

    Era imposible definir lo que bullía en su interior No daba crédito a lo que acababa de acontecer, ahora si que estaba realmente desconcertado. No podía creerlo, simplemente no podía, ¡Había tenido las agallas de golpearle! Y ahora... ahora... esto... se postraba ante él, rindiéndole pleitesia; le imploraba por unas miseras fotos. No sabía si sentirse halagado, sentir pena por como su voz se había roto en aquella frase de súplica o apiadarse de él por su obvia condición de demencia. Total y absolutamente descolocando, se quedó en el sitio, mirándole hecho un ovillo a sus pies, no podía apartar sus ojos -redondos y grandes como platos de la impresión- de él.

    Instintivamente sí que supo como reaccionar, su cuerpo se lo estaba dictando sin vacilación alguna: Quería, no era más que eso... necesitaba perderle de vista a toda costa, su mera presencia, de repente, le asfixiaba, le llenaba de una sensación angustiosa que no sabía calificar ni explicar ¿qué cojones le estaba pasando? Le quería fuera a la voz de ya, así que acto seguido le volvió a asir por la muñeca en un intento por arrastrarle de nuevo, pero esta vez fuera de la casa. Cuando el chico se resistió, lo recogió del suelo a la fuerza y lo cargó como si fuera un saco de patatas a su hombro. La paciencia que nunca había sido su fuerte, estaba en estos momentos bajo cero.

    Querría haberle pegado una paliza, se la merecía, pero ya no le apetecía. Ya no tenía sentido alguno, aunque cada acto tiene su consecuencia, y cada mal acto su castigo, y esta no debería ser menos. En un último intento por no ser blando, trató de recolectar nuevamente toda su ira, de manera que en su camino a la puerta pudiera reprenderle, mas no pudo, las palabras se negaban a salir de su boca y la ira cada vez dejaba más espacio a la opresión que sentía en el pecho, más y más difícil de manejar con el paso de los segundos; casi le faltaba el aire.

    Sólo fue capaz de articular tres frases y no presisamente con el tono contundente y desagradable que el estaba buscando, sino más bien condescendiente. Mientras le depositaba en el umbral de su puerta fuera de su apartamento le regaló su despedida:

    -Búscate un buen psiquiatra, te hace falta, créeme. Vete, por favor.


    Y así le cerró la puerta en las narices a aquel incordiante desconocido. A la puta calle, pensó Ashura al cerrar la puerta con fuerza, más por frustración que por la agresividad real que le gustaría sentir. Podía dominar la ira y la agresividad, además éstas le hacían fuerte cuando era necesario, pero odiaba aquello que le hacía débil, aquello que no comprendía, odiaba con todas sus fuerzas lo que no podía controlar, como le estaba pasando ahora mismo: sentado en el parqué de la entrada con la espalda apoyada contra la puerta, intentando recuperar la compostura con desesperación, pero fracasando, cuanto más pensaba más todo se enmarañaba en su alterado fuero interno.

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    ¡Maldigo en día en el que te conocí, Hideaki!
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    Mensaje por Soma Hideaki Mar Nov 09, 2010 2:47 am

    No todo es lo que parece en una primera impresión, es lo certero y a lo mejor nos estamos equivocando cuando juzgamos a alguien precipitadamente. Por eso mismo y por la regla de tres, tal vez fue eso lo que pasó en esta ocasión.

    Una ostia, eso mismo era lo que creía que iba a recibir en ese momento cuando mis nudillos "huesudos" impactaron contra la boca de aquel fotógrafo. No obstante, no sucedió eso exactamente. Todo cambio radicalmente en un abrir y cerrar de ojos, como cuando vemos un reflejo de alguien en el espejo al cruzar la calle o se pone el semáforo de amarillo intermitente en rojo; sintiéndome impotente. Todo eso pasa en unas milésimas de segundos en los cuales no somos capaces de reaccionar. Levantándome como un saco de patatas y sin apenas esfuerzo me cargó, llevándome justamente a la puerta del estudio donde me depositó. Dicho esto, soltó una frase que hizo que me quedase mirándole perplejo, sin poder articular palabra; aunque ganas no me faltaban de eso estaba completamente seguro. Acto seguido la puerta se cerró de golpe dejándome nuevamente frente a la vivienda y sin ninguna clase de alternativa al respecto. ¿Qué más podía hacer? ¿Volver a llamar? ¡No! Esa posibilidad la tenía anulada, tanto como para volverme sobre mis propios pasos y seguir con aquella idea en otro momento o día.

    Sin embargo, no lo hice. Me quedé inmóvil mirando la puerta como embobado durante unos segundos en los cuales no era capaz de reaccionar o articular palabra alguna. ¿Por qué mis propios pies no querían ponerse en movimiento? ¿Qué era lo que me estaba atando a aquel lugar? ¿La promesa que le hice a Nobuko tal vez?

    Con un enorme esfuerzo que más nadie se podría imaginar acabé girando la esquina de la calle y me paré allí mismo, mirando el cielo y contemplando el movimiento de las nubes que eran empujadas por el viento mientras se me venía a la mente una pregunta a la que no le
    encontraba respuesta. ¿Por qué no me había devuelto el golpe? Por muchos pensamientos confusos que se me vinieran a la mente no era capaz de encontrarle ninguna respuesta rápida y mucho menos congruente. ¿Acaso se compadecía realmente de mi? Si era de ese modo, lo cierto era que razón no le faltaba. Pero se había pasado demasiado con sus palabras y por eso mismo no había sido capaz de reprimir el impulso de pegarle sin pensármelo ni siquiera dos veces. ¿Pero cómo le dices a alguien que esas fotos son lo más importante para uno? Incluso anteponiéndolo a su propia vida. La noche se había sobrepuesto y se había convertido el azul celeste en un azul marino oscuro como la noche misma. Ni siquiera las luces de las farolas eran capaces de ofrecer una luz adecuada, si se encontraba alguien en la oscuridad que ofrecía la noche no era capaz de verlo y mucho menos identificarlo. Ya era hora de volver a casa. Ese mismo día no había conseguido nada, absolutamente nada y por lo visto el cometido que me había impuesto en ese momento no lo había conseguido.

    Ya era demasiado tarde para arrepentirse, como del mismo modo también lo era volver a empezar ese día como si fuera uno nuevo.

    Con un paso firme y varios suspiros (Que ya sabía a que venían) fui olvidando una a una de aquellas tonterías que había hecho, escuchado y visto. Nunca más creía que fuera a tener una nueva oportunidad referente a aquel fotógrafo, de que la única posibilidad que había tenido frente a mis ojos la había desaprovechado en el momento que mi puño choco contra la cara de éste. No obstante, que equivocado estaba...

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